Sunday, April 15, 2012

La Morada (en proceso)


El Sol entraba como en flechas de luz entre la maleza que cubría la Cueva por arriba, creando un techo natural sobre un pequeño estanque de aguas verdosas. Alrededor del estanque crecían todo tipo de plantas medicinales de distintos tamaños y formas. Cuatro pequeños pero robustos árboles crecían en los cuatro puntos cardinales y, bajo uno de ellos, se hallaban todos sentados: Solfska en el centro, el resto rodeándole, algo más relajados, observando cómo Evans flotaba en medio del estanque, aún inconsciente.

-No puedo aseguraros que se vaya a curar, pero este baño medicinal es mucho más poderoso que la casi totalidad de la medicina convencional - dijo Solfska, mientras se acariciaba la barba con gesto pensativo, pero sereno - Crear una Morada en poco más de diez minutos...esto es una anomalía muy grande y escapa a mis conocimientos. Sin duda esta diadema tiene mucho qué ver. ¿Os lo contó Nuán cómo la consiguió?

Lyr, de la forma más concisa que pudo, le contó la historia que Nuán les había narrado en la taberna hacía unas semanas: el misterioso viaje por el bosque, la muchacha de cabellos rubios que le había ofrecido la mano, la diadema que le había dado sacándola del estanque.

-Nunca dudé de las historias de Nuán - esbozó una sonrisa - Pero jamás hubiera imaginado que conservaba esa diadema. Nunca me lo dijo.

-Seguramente tendría un significado muy especial para él - intervino Anie, sin dejar de observar a Evans aún con cierta preocupación - Sin embargo, aún no entiendo por qué nos la dio a nosotros.

Solfska se echó a reir, por fin liberando el estrés bajo el qué había estado durante horas.

-En la vida no todas las cosas tienen una explicación racional. Por una parte fue producto del azar, y por otra parte el mérito es vuestro, puesto que por alguna razón u otra seguisteis adelante y superasteis todas las adversidades. Y quizá ahí, en medio de todo esto, también entre yo de alguna forma u otra.

Lyr frunció el ceño, acariciándose la nuca.

-Hay demasiados cabos sueltos en esta historia. Para empezar...¿Qué hacíais Neru y tu en Narmes? Aparecisteis de la nada, como esos héroes que salvan a los protagonistas de una novela en el último minuto. Agradezco infinitamente tu ayuda, porque sin ella seguramente hubieramos perecido, pero hay algo que me escama de todo esto: en la Realidad, las casualidades tan grandes no existen.

Solfska suspiró, cerrando los ojos, sin dejar de sonreír.

-Supongo que os debo una explicación, al fín y al cabo - arrancó unas cuantas hojas de una planta medicinal y las olió, aparentemente distraído, y luego prosiguió, abriendo los ojos y posándolos en Lyr - Digamos que, a partir de cierto punto, me cansé de quedarme sentado sin hacer nada, observando tan terribles acontecimientos. Desde el momento que llegasteis a Firya, estuve siguiendo vuestros pasos. Luego, simplemente, estuve dandoos...pequeños empujoncitos.

Se quedó en silencio un instante, con una sonrisa algo traviesa dibujada en sus labios.

-¿Pequeños empujoncitos? - Lyr frunció algo el ceño - ¿Podrías ser más claro?

-¡Mi padre os ha estado siguiendo por todo! ¡Parece un acosador! ¡Ja, ja! - Neru dio unas cuantas volteretas sobre sí mismo antes de caer al suelo, sobre su propio trasero - ¡Au!

Todos, menos Lyr, que aún esperaba una respuesta del hombre, se eharon a reir ante aquella escena.

-Dicho así suena muy mal, pero no se aleja mucho de la realidad - se encogió de hombros - Os he echado una mano, eso es todo. Toda ayuda es necesaria así como están las cosas.

Todos se quedaron pensativos y en silencio menos Neru, que se había puesto a corretear alrededor del estanque.

-La repentina fuerza sobrehumana de Yume es lo primero que se me ha ocurrido - espetó Anie, pasándose una mano por su cortos cabellos castaños.

Yume tragó saliva y se removió inquieta.

-Fue una sensación muy extraña...creía que me había vuelto loca y luego tenía y sigo teniendo miedo que me vuelva a suceder.

-No te preocupes que, si ya lo superaste, no te vas a volver loca. Sin embargo, fue una decisión muy difícil de tomar - Solfska suspiró, frunciendo ligeramente el ceño - Existía una remota posibilidad, pero real, de qué el cerebro te hubiera estallado, literalmente. Pero no existían otras alternativas.

Lyr alzó las cejas, entre sorprendido e incrédulo.

-Entonces me surgen dos preguntas. Primero: ¿Por qué no bajasteis a ayudarnos? ; Y segundo: ¿Qué es lo que le hiciste al cerebro de Yume, sin ni siquiera posar sus manos en su cabeza para transmitir la magia?

-He intentado mantenerme al margen lo mejor que he podido, más que nada porque si Ciriol sabe dónde me escondo o dónde me hallo, no sé qué terribles cosas podrían hacerles a mi hijo y a todos los que me rodean. Además, hasta ahora os he podido ayudar más fácilmente en las sombras, sin que ellos se interpusieran - se rascó los cabellos, algo incómodo - Sin embargo, en una situación tan extrema cómo la qué os habéis visto envueltos, no he tenido más remedio que actuar de forma directa. No había tiempo para otra cosa. Quizá fue culpa mía por haber subestimado el poder de Ciriol sobre la Orden de Wail.

Todos, incluído Lyr, se miraron sorprendidos, con miradas perdidas que se perdían en la inconprensión.

-Me temo que me he perdido - espetó Lyr, con voz grave - ¿El poder de Ciriol...sobre la Orden de Wail? ¿Qué significa esto?

-Es verdad, se me había olvidado que no sabéis nada - Solfska se levantó, y empezó a caminar, pensativo, alrededor del grupo - Sin embargo, creía que Nuán os había puesto un poco al corriente. Quizá no conoce tantos detalles cómo yo creía.













Sunday, January 8, 2012

Diadema (Incompleto)


El destino, sin duda, los había reunido.

No hacía falta ser un experto en temas amorosos para darse cuenta que lo que existía entre los dos era único e irrepetible.
Rívon e Ichiro andaban juntos, bajo un océano de estrellas azuladas, cogidos de la mano. Lo primero que sintió Lyr al verlos fue rabia y consternación, y apenas pudo contener el impulso de encaminarse hacia el joven de cabellos azulados y sacudirle una buena sarta de puñetazos hasta dejarle la cara irreconocible.
Pero al cabo de unos segundos su actitud cambió y se quedó allí dónde estaba, sobre la copa de un árbol, observando aquel lento y doloroso paseo. La sonrisa de Rívon era tan feliz y transparente, que pronto sintió remordimientos de haber pensado incluso en matarle. Ichiro parecía sentirse a salvo, en su hogar y en su ambiente, con aquel chico. Sintió una punzada de dolor en el estómago y trató de desviar la mirada, pero su cuerpo no le obedecía, estaba paralizado, condenado a ser observador de algo que le estaba destruyendo por dentro.
Trató de autoconvencerse que lo suyo jamás hubiera funcionado: él era un humano y ella, feérica. Ninguno de los dos podía permanecer mucho tiempo fuera de su propio Mundo sin sufrir unas terribles consecuencias, pero su pecho estaba en llamas, y se hundía en medio de un incendio que lo arrasa todo sin los medios suficientes para sofocarlo.

Una casa en llamas.

De pronto se vio catapultado sobre el techo de su propia casa en Fortaleza, apunto de derrumbarse por efecto del fuego. Había buscado y buscado, pero sus padres habían desaparecido sin dejar ningún rastro. Incluso su propio gato parecía haberse esfumado como por arte de magia. Cuando alzó la vista, el terror y la angustia se apoderó de él como una tormentosa marea: un nutrido grupo de Lamat perseguía a sus padres y, poco a poco, entre las casas, los estaban rodeando de forma irremediable. Trató de bajar para socorrerlos, para sacarlos de allí aunque fuera con su propia vida pero, nuevamente, su cuerpo no le obedecía. Parecía condenado a visualizar sus mayores temores, como una terrible condena, sin poder hacer nada para evitarlo. Ni siquiera podía gritar, ni llorar, ni pedir ayuda.

Le habían arrebatado la voz.

Su padre trató de proteger a su madre, colocándose entre ella y dos Lamat que ya se habían abalanzado sobre ellos. Sabía que no tenía nada que hacer: su padre jamás había aprendido a luchar y lo único que llevaba consigo era una navaja que usaba para carvar la madera cuando quería esculpir sobre ella. Y, efectivamente, la sacó demasiado tarde: uno de los Lamat lo empujo con una fuerza descomunal y, justo después, le abrió el viente con una de sus mortíferas garras.

Trató otra vez de gritar, de moverse, de llorar...pero de nuevo se dio cuenta que se había convertido en una estatua de carne y hueso.

-¡¡Nooooooooooooo!! - por fin de sus pulmones salió un grito desgarrado y profundo, y de sus ojos brotaron lágrimas de rabia e impotencia. Y también de tristeza, de una tristeza insondable que flota en un pozo sin fondo.

(continuarlo)

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No tenían otra alternativa que cruzar el río, fuera por los medios que fuera.

Las fuerzas de la Orden de Wail habían bloqueado todas las salidas de la ciudad y, por si esto no fuera suficiente, los barcos que quedaban en el puerto fluvial (casi todos de refugiados junto a algunos de mercancías) habían partido a un lugar más seguro o habían decidido entregarse a Wail sin oponer resistencia. Pero los aguerridos habitantes de Narmes, acostumbrados a lidiar con los Lamat, no entregarían las armas sin antes perder la vida.

Anie, Yume y Lyr, sin hacer ningún comentario, encabezaban la expedición corriendo entre los callejones desiertos y silenciosos, inmersos en esa tremenda calma que precede no a una tormenta, sino a un huracán de magnitud incalculable.

-¡¿Pero por qué diablos...?! - Evans, que no estaba acostumbrado a hacer tanto esfuerzo físico, tuvo que contener una arcada - ¡¿Por qué la Orden de Wail ataca Narmes?! ¡Esto no tiene sentido!

-¡Joder, Evans! - le reprendió Lyr mientras trataba de guiarse por aquellas serpenteantes calles - ¡Cuando salgamos de esta ya te lo explicaremos...! ¡Ahora calla y corre!

No obstante, cuando por fin llegaron al Puerto, se encontraron con una desagradable sorpresa que les heló la sangre de forma tan repentina que apenas tuvieron tiempo de entender qué era lo que estaba sucediendo delante de sus miradas: un grupo de seis soldados de Wail se hallaban con las armas desenvainadas, sonriendo de oreja a oreja, sin nadie más que los cadáveres de algunos marineros a su alrededor. El que parecía el líder del grupo se adelantó varios pasos hacia dónde se encontraban Lyr, Anie y los demás, los cuales se habían detenido mirándose entre ellos, sin aún entender nada.

-¿Qué pasa? ¿Hay algo que os deba explicar de esta situación, o podemos ir ya al grano?

Lyr no dijo nada y desenvainó la espada, sus ojos grises brillando, desafiantes. Anie también se puso en posición de combate junto a él. Yume también les imitó, algo dubitativa aún por culpa de su reciente herida, pero sin una pizca de miedo en su semblante. Lily y Evans, no obstante, se mantenían plantados en el suelo, los ojos como platos, sin saber cómo reaccionar.

-¿Qué...qué queréis de nosotros? - Evans temblaba como una hoja valupeada por el viento.

El jefe miró al resto de soldados y se encogió de hombros, como si no supiera realmente qué estaban haciendo allí. Todos estallaron en carcajadas.

-No lo sé, niño. ¿Daros un masaje con esas espadas? ¿Jugar con vosotros al escondite?

-¡Vamos, joder! ¡Mi espada se está enfriando!

-Cállate, Múgol, aquí soy yo quien habla - dio unos pasos más hacia ellos, hasta que estuvo a tan solo dos metros - Estos tres ya lo han entendido, así que lo explicaré solamente para los que aún no habéis desenvainado: vais a morir aquí y ahora.

Como una terrible tormenta, encabezados por el jefe, aquellos hombres saltaron sobre ellos con las espadas en alto, con un grito unánime.

En condiciones normales, Lyr habría atacado frontalmente para así deshacerse con rapidez de uno de ellos. El problema es que este tipo de lucha no funciona cuando te superan en número y uno de tus compañeros no ha empuñado un arma en su vida, como era el caso de un tembloroso Evans que estaba apunto de caer desmayado. Lily, además, se hallaba totalmente paralizada y no sabía cómo reaccionar, lo que suele suceder cuando una persona no ha luchado contra un enemigo real. Lyr, Anie y Yume, entonces, rodearon a los dos jóvenes protegiéndolos, y empezaron a defenderse, como gato panza arriba, de los constantes embates de los soldados. Pero un grave problema se cernía sobre ellos: Yume, aún con su herida reciente, no aguantaría mucho tiempo aquel ritmo desenfrenado, haciendo un esfuerzo sobrehumano para bloquear constantemente varias espadas a la vez.

-Para ser unos mocosos os defendéis bien - reconoció el capitán, esbozando una sonrisa maléfica, mientras trataba, sin fortuna, de dar una estocada al estómago de Anie - Pero solamente vais a conseguir prolongar la agonía.

Los ojos de Lyr brillaban con un odio que parecía tener vida propia.

-Entonces yo seré benévolo - rezongó el joven, mientras esquivaba un espadazo que iba directo a su cabeza - Y acortaré la tuya.

Lyr volvió a esquivar otra estocada por su lado derecho y, con gran velocidad, se escurrió delante del capitán, dibujó una rápida curva, y le asestó tal espadazo en el hombro que al hombre le fallaron las piernas y cayó de rodillas al suelo, soltando una alarido de dolor. La sangre empezó a brotar abundantemente por el pecho del hombre y, acto seguido, Lyr se dispuso a rematarlo con todas sus fuerzas.

Y, entonces, algo empezó a salir mal.

Al haber abierto Lyr un agujero en la muralla que habían dispuesto delante de Lily y Evans, los cinco soldados encontraron el camino para llegar a ellos, sin que Anie y Yume, que se hallaban ahora en clara inferioridad, pudieran hacer nada para evitarlo. Sin dudarlo un segundo, Lyr desistió de rematar mortalmente al capitán y se dirigió, corriendo, hacia el grupo: tres de los guardias mantenían a Yume y a Anie ocupadas casi al borde del colapso, mientras que los dos restantes se estaban acercando peligrosamente a Lily y a Evans, espadas en alto.

-¡Aguantad, aguantad, pero no os echéis atrás! - gritó, con un tono de desesperación en la voz.

Lily, con un movimiento casi instintivo, había conseguido esquivar un golpe que iba dirigido directamente hacia su cabeza, saltando a un lado y poniéndose en guardia con su puñal, el cual no le serviría de mucho si quería bloquear los duros e implacables golpes de una gran espada. Evans, por el contrario, parecía estar inmerso en una ensoñación, muy lejos de ahí, totalmente ajeno a la realidad que le rodeaba. Sus ojos habían perdido el habitual y vivaz brillo que tenían, y miraba al guardia que estaba apunto de ensartarle con su espada, con una indiferencia casi inhumana.

Y, efectivamente, antes que Lyr tuviera tiempo de interceder y evitarlo, la espada del soldado se introdujo en el vientre del joven, hasta casi la mitad. Luego sacó el arma ensangrentada y le propinó una patada en el rostro, dejándole en el suelo, hecho una rosquilla y gimiendo de dolor, palpándose la barriga por la qué empezaba a brotar la sangre.

-¡E...Evans! - gritó Lily, mientras intentaba volver a esquivar otro de los golpes del guardia - ¡No! ¡Evans, no!

Lyr llegó justo a tiempo para detener el arco descendente de la espada que estaba apunto de rematar al joven herido, destinada al cuello. Ambas espadas quedaron enfrentadas una con la otra, mientras Lyr daba rápidos vistazos de reojo.

-¡Aguanta, Evans! ¡Estarás bien, estarás bien!

Pero las cosas no iban nada bien para nadie del grupo: a Anie y sobretodo a Yume, que aún sufría las secuelas de su herida, empezaban a flaquearles las fuerzas y ya solamente bloquaban o esquivaban los ataques. Mientras tanto, Lily había recibido un fuerte golpe en un costado que le había propinado el guardia con su bota de acero y, como gato panza arriba, seguía escabulléndose del terrible acoso al qué era sometida con rápidas fintas. Lyr trataba de despachar al soldado que había herido a Evans por la vía rápida, pero cuánta más urgencia sentía en ello, menos efectivos eran sus ataques. Además, poco a poco también empezaba a notar que el resuello le fallaba.

Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que casi no tuvieron tiempo de procesarlo en sus mentes.

Primero fue un graznido que casi ensordeció a todos, luego unas garras desgarrando el pecho del soldado que atacaba a Lily hasta que, finalmente, una figura alta y vestida con holgadas ropas negras y blancas descendió como si un terrible Dios le hubiera escupido con todas sus fuerzas y con toda su rabia. En un abrir y cerrar de ojos, aquel ser, en un movimiento que recordaba a un ciclón, desenvainó su espada y se abalanzó sobre cada uno de los soldados como una maldición, como un funesto e inevitable destino, despedazando a todo lo que se encontraba por delante. Lyr, aprovechando la repentina confusión, se acogió a todo su instinto guerrero para que aquel acontecimiento no le distrayera, y, espoleado por la intensidad del ambiente, con cuatro golpes de su espada consiguió desarmar a su enemigo y decapitarlo con un limpio y certero espadazo.

Justo cuando acababa de derrotar al guardia, su mirada se dirigió hacia dónde se hallaba Evans herido de gravedad y allí vio cómo todo se aclaraba ante sus ojos, hasta ahora pendientes solamente de la batalla: Solfska, junto a una especie de ave gigantesca y a un niño, se hallaba arrodillado a su lado, palpando la profunda herida del joven con el ceño fruncido. Todos fueron a reunirse con él, con la mayor celeridad que les fue posible, a pesar que sentían sus huesos doloridos, sus piernas casi negándose a dar el siguiente paso.

-¡Solfska! - Lyr llegó resoplando al sitio, aún con su espada cubierta de sangre - ¿Có...cómo está? ¿Es muy grave?

La gran sorpresa que había supuesto ver a Solfska en aquel lugar fue reemplazada por la tremenda preocupación que sentía por el joven. Los demás también le miraron con expectación. Lily no podía contener las lágrimas.

-No tiene buena pinta...no le queda mucho tiempo - estaba limpiando la herida y, con unos ungüentos que había sacado de una cajita que le había dado su hijo, estaba cubriendo la zona afectada - Voy a vendarle la herida de forma provisional, pero necesitamos irnos de aquí y deprisa. ¡Subid todos al animal!

Anie, Lily y Yume se miraban extrañadas, como si todo aquello fuera parte de un sueño o de una pesadilla. Y aquel enorme animal que ahora se hallaba en cuclillas para ayudarles a subir sobre su lomo, su cabeza emplumada verde y roja, su inmenso pico anaranjado y un cuerpo que parecía el de un murciélago. Jamás en sus vidas habían visto algo así, ni siquiera en los libros.

-¡No os quedéis ahí plantadas! - les gritó Solfska, el cual ya se hallaba sentado sobre el cuello del animal con el niño sentado en su regazo, con un tono casi amenazante - No querréis que vuestro amigo muera. ¿Verdad? ¡Arriba!

Lyr, que ya estaba sentado tras ellos, les hizo un ademán con la cabeza, tranquilizador, y las invitó a sentarse tras él. Y eso hicieron, Yume tratando de disimular la excitación que sentía en medio de aquellos terribles acontecimientos, mientras que Anie y Lily temblaban como dos hojas azotadas por fuertes vientos de las regiones más frías de Espiral.

Cuando todos estuvieron sentados y bien agarrados al lomo del animal, la potente voz de Solfska se alzó como una fuerza de la naturaleza.

-¡Kru'kán!

El monstruo mitad ave mitad murciélago, o ambas cosas a la vez, extendió sus dos extensísimas alas y emprendió el vuelo con una aceleración vertiginosa. Pronto ya estuvieron surcando los cielos, sobrevolando las vastas extensiones de bosques, de riachuelos y colinas del color de la más brillante de las esmeraldas y Neru, el hijo de Solfska, se giró hacia ellos con una gran sonrisa en sus labios, una sonrisa que parecían el eco de aquellos paisajes bellos, inocentes y salvajes.

-Lyr, todo bien. Tú ver. ¡Todo bien!

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Después de una hora volando a tal velocidad que apenas pudieron apreciar los paisajes que se hallaban bajo ellos, por fin Solfska le vociferó con aquella profunda y potente voz una orden al animal para que descendiera hacia un valle rodeado de grandes riscos escarpados y desnudos, un valle de hierba alta y con pocos árboles que no parecía tener nada en especial. Solamente aparecían diseminadas algunos grandes bloques de piedra aquí y allá de diferentes formas: ovalados, rectangulares, romboidales...

Finalmente el animal se posó sobre el suelo batiendo, majestuosamente, sus alas.

-¡Deprisa, no tenemos mucho tiempo! ¡Seguidme!

Solfska saltó desde el cuello del animal con una agilidad asombrosa, antes que éste se pusiera de cuclillas para permitir un descenso más suave desde su espalda. Tras el hombre le siguió el resto, Lyr llevando a un ya inconsciente Evans en brazos.

Solfska, después de pedirle a Lyr que colocara a Evans a su lado y tumbado en el suelo, se arrodilló delante de una de aquellas grandes rocas que se hallaban diseminadas por el suelo, colocó sus manos sobre ella y cerró los ojos, frunciendo el ceño y apretando los dientes con gran concentración. Todos guardaron silencio, expectantes y sin saber qué era lo que el hombre pretendía hacer, aunque Lyr era bien consciente de ello: estaba intentando crear una Morada sobre unas ruínas que tenían, posiblemente, orígen feérico-humano. Neru, que se hallaba junto a él, se giró y le sonrió con despreocupación, agarrándole de la mano suavemente, como si se tratara de un hermano mayor. Sin duda, a pesar de su adorable apariencia, aquél niño debía tener una fuerza interior descomunal, y más después de haberle visto tan tranquilo después de la batalla.

Lyr sonrió de vuelta, sin decir una palabra.

-Demasiado...tiempo. Me llevará demasiado tiempo... - espetó Solfska, arrastrando las palabras - Lyr...¿Por casualidad...no tendrías nada que haya...pertenecido a un feérico? Lo digo porque estuviste un tiempo con...

-No, no tengo nada - replicó con un tono de voz cortante. Su rostro, de repente, parecía surcado por gruesos nubarrones que amenazaban tormenta.
Una tormenta de granizo.

Acto seguido, Anie dio dos pasos hacia adelante y, con decisión, le ofreció a Solfska un objeto con forma de media luna: una diadema.

-Podrías probar con esto. No tengo ni idea si es feérico propiamente dicho, pero...

El hombre se acercó a echarle un vistazo, achicando los ojos, palpándolo suavemente con los dedos, como si estuviera recorriendo con ellos la historia y los misterios que encerraba aquel objeto. Luego los abrió de forma exagerada, como si de repente hubiera recordado algo importante.

-¿Quién os ha dado esto?

-Nuán - contestó Anie, sin vacilar.

-Entonces me servirá.

Así pues, Solfska, sosteniendo la diadema con ambas manos, se encaminó de nuevo hacia la roca y depositó el objeto sobre ella. De nuevo se arrodilló, cerró los ojos y esta vez colocó sus manos con la palma hacia arriba a ambos lados del objeto. Sus labios ahora se movían con rapidez pero sin aparentemente pronunciar ningún sonido.
De pronto, el aire que les rodeaba, los colores, los sonidos...todo empezó a trasmutarse, a cambiar de registro, a espesarse, a aligerarse, a latir como un corazón. El cambio fue tan repentino que incluso Lyr, que había viajado dos veces y de forma accidental al Mundo Feérico y había entrado en algunas Moradas, no pudo evitar sentir unas potentes nauseas que le atenazaban el cuello y el estómago.

Solfska seguía arrodillado y con las manos en la misma posición, palmas hacia arriba, mientras que desde la diadema unos potentes haces de luz azulada se expandían, como un calidoscopio, en todas direcciones hasta desaparecer tras unas nubes de un color verde apagado que habían aparecido sobre sus cabezas formando espirales en movimiento. Las nubes, poco a poco, empezaron a condensarse, las espirales entremezclándose, hasta formar una especie de delgado remolino de color púrpura que descendía desde ellas hasta la roca en dónde se hallaban Solfska y la diadema.
Finalmente, con la misma celeridad con qué había empezado todo, el remolino arrastró a las nubes de espirales hacia la roca, produciendo tal vendaval que todos, excepto Solfska y el inerte Evans, fueron arrastrados unos metros hacia atrás haciéndoles caer de espaldas, de forma estrepitosa, sobre la hierba.

-Ay... - Lily se palpaba el culo, dolorida, sin ser plenamente consciente aún de lo qué había sucedido. Tampoco se había dando cuenta que su oscura y holgada falda se había levantado hasta tal punto que dejaba al descubierto su ropa interior.

Neru, que estaba cubierto de barro de arriba a abajo, se acercó a ella corriendo.

-¡Son muy bonitas! ¡Me gustan mucho! - exclamó, divertido, mientras señalaba un punto entre las piernas de la joven - ¿Son de encaje?

Lily alzó una ceja, aún confundida por el estallido de energía que les había hecho volar durante unos segundos por los aires [¡Maldita gravedad!], pero no tardó mucho en darse cuenta a qué se refería aquel crío. Sintiendo que sus mejillas le iban a estallar convertidas en hogueras, cerró las piernas en un espasmo instintivo. En una situación normal habría gritado y reprendido severamente al niño, pero en aquellos momentos no le quedaban fuerzas ni para eso.

Anie, a sus espaldas, trataba de ahogar una carcajada.

-Eh...ves a hacerle compañía a tu padre, anda.

El niño se encogió de hombros, sin dejar de sonreír, y se fue corriendo hacia dónde estaba su padre, el cual, resoplando y visiblemente cansado, se había incorporado y ahora estaba de pie entre Evans y la roca, apoyándose en ella con una mano.

Les hizo un ademán a todos para que se acercaran, forzando una débil y agotada sonrisa.

-Colocad vuestras manos sobre la roca y recitad las palabras que os diré - espetó, arrastrando las palabras, mientras cargaba a Evans sobre su hombro - Lo hemos conseguido.

Mientras se acercaban a la roca, todos pudieron observar que la diadema todavía emitía una débil luz azulada que la rodeaba con la suavidad del terciopelo.